Cuando vivimos en automático, vivimos sin conciencia, sin percatarnos de grandes cosas que ocurren a nuestro alrededor. En esto me refiero a cosas simples, como ver un amanecer, caminar, sentarse a la sombra de un árbol, nadar en un río, ver reír a un niño, ver correr a un perro y precisamente cuando vivimos en automático es cuando dejamos de comer rico, disfrutar los sabores y alimentarnos bien.
Porque es como si comiéramos por obligación, porque es la hora y ahí es donde nos vamos más por marcas que por el origen, los ingredientes, fragancias, aromas, gustos y sensaciones en la boca. Y por querer ir a la fija no nos damos la oportunidad a probar cosas nuevas que nos pueden dar nuevas sensaciones o recuerdos de la niñez.
Aunque tiene sus riesgos es la manera de aprender a conocer nuevos alimentos y a valorar nuevas propuestas. O por el precio también nos sesga, que, por ser más caro, si valdrá la pena.
Muchas veces ese temor de atrevernos nos hace dudar y perder la oportunidad de conocer nuevos sabores y propuestas gastronómicas y precisamente en esa experimentación de nuevos sabores es donde vamos creando cultura gastronómica.
En esa internación con nuevos platos y personas que nos enseñan de cada una de sus propuestas de una forma sincera y auténtica. Pues cuando tenemos al frente profesionales como baristas, pasteleros, cocineras tradicionales, campesinos, chef, bartender, somelier, maestros cerveceros, emprendedores, etc, es cuando tenemos la oportunidad de aprender y tomar conocimiento de una forma práctica. En ese momento podemos comprobar que lo que nos dicen si es verdad o no al probar un alimento o una bebida.Y es precisamente crear cultura gastronómica educarnos en gastronomía. Entender nuevos sabores, ingredientes, orígenes, su forma de presentarlo y de acompañar las propuestas es lo que nos hace aprender y comenzar a tomar criterio para entender y valorar los alimentos y no volver a alimentarnos de forma automática.
Gracias a Dios cada vez en Colombia vamos evolucionando más en cultura gastronómica y lo podemos ver desde grandes ciudades como Bogotá con Leo, El Chato, Salvó patria, En Cartagena con Alquimico, Celele han sido ciudades más abiertas a nuevas propuestas y a absorber influencias de otras culturas, hasta Medellín que a evolucionado mucho en cultura gastronómica, pasando de la bandeja paisa y las fondas a nuevas propuestas gastronómicas cómo Carmen, Idílico, Mamba Negra; Igual en el eje cafetero que a pesar de que Pereira es más tímida a nuevas propuestas Manizales con Café Tío Conejo, Alquimia Speaky y Armenia con Icono y Café San Lorenzo tienen excelentes representantes.
También el aumento del turismo a ayudado al país a el crecimiento de esta cultura gastronómica. Tanto que hoy en día lo podemos ver en pequeños pueblos de Antioquia dónde es su plaza hay un café de especialidad ofreciendo de una manera profesional los cafés de las zonas con distintas variedades y métodos de preparación acompañados de una variada y fina pastelería.
La invitación es a probar nuevas propuestas gastronómicas y a qué se dejen llevar por sus nuevos sabores. Que viva la cultura gastronómica.