Creo que los viejos de antes no les importaba quedar bien. Les importaba más ser correctos y decir la verdad sin renunciar a sus principios o ideales.
Al contrario de hoy en día, donde nadie te dice la verdad y todo el mundo te miente para no herirte y quedar bien. Por qué decir la verdad es crudo y para no lastimar debemos mejor decir mentiras.
Y eso es exactamente lo que vemos hoy en día en las relaciones sociales. Es si no asistir a una entrevista, para ver como todos mentimos desde el entrevistador que vende la empresa como la mejor, cuando no es verdad de que tienen buen trato y estabilidad y el entrevistado que exagera todas sus habilidades y experiencia para ganar el puesto.
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Y cuando un vendedor te ofrece maravillas de su producto que no puede cumplir, que te lo entregamos en 1 día y se demora 15, que incluye estos beneficios y al leer la letra menuda no se cumplen por estas y otras condiciones.
Y lo peor es que pasa con nuestros amigos que muchas veces por no incomodarse, no nos dicen la verdad. Y más bien nos salen con cualquier excusa para no aparecer a un compromiso, o no ayudarnos con un favor.
O un jefe que miente a toda hora a sus empleados o un padre a su familia que lo único que crea es que al final no le creamos a nadie.
Esto lo que crea a la larga es desconfianza e irrespeto sobre los demás. Es parte de lo que sea perdido en el mundo actual por querer quedar bien.
Claro que tampoco se trata de barrer el piso con las personas, ni tallarlas. Al igual que no poder corregir a los hijos ni a un empleado por temor a que lo tome mal. Las cosas malas se deben decir. Aunque duelan. Porque somos humanos y nos equivocamos y con nuestros errores es que aprendemos y nos volvemos mejores personas.
Como extraño a los viejos de antes, ellos sí que enseñaban, nos hacían sentir bien y podíamos confiar en ellos, porque siempre contábamos con su apoyo y compañía.